VARADA EN UNA ISLA PARADISÍACA DE TAILANDIA

Delfina es porteña, se define como autoexigente, ordenada y algo estructurada. Siempre imaginó que antes de cumplir 30 años emprendería un viaje totalmente incierto. “Era una buena alumna, me recibí en la facultad a tiempo, a los 19 años empecé a trabajar en los medios de comunicación y no paré de crecer en la industria. Para mí era inadmisible renunciar a todo para salir a explorar”,
“Tenía ganas de no tener solo 15 días de vacaciones pero a la vez me daba miedo soltar todo. Lo primero que hice fue irme sola unas semanas a México”, relata. Fue el inicio del cambio. Visitó las playas de Tulum, Playa del Carmen y la Ciudad de México: “Fue una experiencia reveladora. Cuando volví a Buenos Aires, dije ‘renuncio y me voy’".
A finales de 2018 conoció a Salvador, su novio, que también estudió Ciencias de la Comunicación.
El destino elegido fue Australia por la calidad de vida, las posibilidades laborales y de viaje. Aplicaron a la visa Work & Holiday y la obtuvieron. “Había una necesidad de experimentas un mundo nuevo, cambio de trabajo, rutina, experiencias...”.
Trabajó, juntó muchos ahorros. “Llegué a tener cuatro actividades para generar ingresos rápido”, explicó. A ese ritmo, Delfina logró acumular aproximadamente 8.000 dólares, suficiente dinero para establecerse unos meses en el exterior. “Estaba agotada”, relató.
En septiembre de 2019 avisó en su trabajo que iba a partir. Lo mismo hizo con sus amigos y con su familia. La reacción no fue para nada positiva. La cuestionaron: “¿Estás loca? ¿vas a dejar todo? ¿y cuándo vuelvas qué?”. No los escuchó y se fue.
El coronavirus transformó sus vacaciones en una estadía distinta y larga en el sudeste de Asia. “Los veinte días de descanso y turismo se convirtieron en cuatro meses de miedo e incertidumbre muy lejos de casa”, recuerda.
La pareja estuvo viviendo en esta paradisíaca isla del golfo de Tailandia con apenas dos mil habitantes. “Nos empezamos a quedar sin ahorros, sumado a la incertidumbre por situación sanitaria. Muchas veces dudamos en volver, pero a la vez queríamos llegar a Australia. Además, en Argentina no teníamos trabajo, ni casa. No tenía mucho sentido pegar la vuelta”.
A la vez, la playa fue su refugio, el patio de su casa alquilada. Se iba a dormir con el sonido de las olas del mar. “Tuvimos un momento de lucidez y con Salvador nos planteamos emprender en el mundo digital para poder solventar la estadía incierta”. Autodidactas y complementando sus habilidades, crearon Tao Marketing, una agencia de marketing simple.
¿Qué es lo que más costó a la hora de acostumbrarte?
-Vivir con tan poco. Hace nueve meses que solo tengo una mochila de nueve kilos. Me asombra hoy día no tener objetos, no compro nada material, solo me aferro a lugares y vivencias.
A pesar de los contratiempos, ¿recomendarías la experiencia?
-Sí o sí. Fueron meses costosos. Hubo altibajos, angustias, miedos varios. Sin embargo, es lo que más voy a recordar, lo más valioso que hice en mi vida.