EXCESOS , VIOLENCIA Y UN AMOR SIN FINAL

Novedades 17 de diciembre de 2020 Por Ma. Emilia López
La ex mesera de La Diosa, Laura Cibilla, relató cómo fue su tormentosa relación con el astro del futbol, Diego Armando Maradona.
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“Hola, Ma. ¿Cómo está mi hijo? Tenemos que arreglar para vernos”, dijo Diego Maradona del otro lado de la línea. Corría el mes de diciembre de 2019. Días después, el teléfono del astro se bloqueó. Y el encuentro nunca se llegó a concretar…

Laura Cibilla conto : "lo conocí cuando estaba por cumplir los 21 años, allá por el año 98. Y me deslumbré. En esa época, yo estaba haciendo el CBC para entrar a la Facultad de Medicina. Era sana, linda, tenía mi trabajo, mi departamento alquilado en Recoleta... Me llevaba el mundo por delante. Y cuando lo conocí, dije: “Yo lo voy a sacar de todo esto”. ¡Ilusa!.

Cuando yo lo conocí ya estaba separado: estaba en trámite el divorcio, que lo hizo estando conmigo. Y era discusión tras discusión con la otra parte: “Esto para mí”; “No, que esto es mío”; “Que no te lo doy”. Fue una época horrible.

Después vino una etapa de un Diego irreconocible, violento, enfermo de celos... Al punto de no poder ir al supermercado: yo me escapaba para ir a trabajar.

Fueron tres meses, calculo, en los que era: “¿Querés?” ( haciendo referencia a las drogas), “No, gracias”; “¿Querés?”, “No, gracias”; “¿Querés?”, “No, gracias”... Jugábamos a las cartas hasta las cinco de la mañana, yo me quedaba dormida, y cuando me despertaba, estaba mirándome. “Ah, ya te despertaste. ¿Querés?”, “No, gracias”. Hasta que llegó un momento en el que dije: “Bueno, dale”.

No podía estar con él, si no... Nosotros alquilamos un departamento, porque yo vivía en un monoambiente. Entonces me dijo: “Gorda, búscate algo grande y nos vamos”. Ahí fue que nos mudamos a Juan María Gutiérrez y Austria.

Era muy difícil entenderlo a Diego. Yo porque lo conozco y lo iba descifrando, pero no se entendía nada de lo que decía…. Le conté: “Está enorme, se le salen los pies por debajo de la cama de lo largo que es”(dirigiéndose al hijo de ésta). Y me dijo: “¡Mi amor! Arreglemos, vamos a vernos”. Yo le pasé mi dirección y todo. Pero en Navidad le mandé un mensaje y, de repente, desapareció la foto de su perfil y chau. Nunca más.

¿Se te ocurrió ir a despedirlo o ni siquiera lo intentaste?

—¡Si no me iban a dejar! Yo le pedí a Guille, le dije: “Llévame”. Me dijo: “Laurita, no se puede”. Te puedo mostrar los mensajes: “No se puede”.

¿Y tu hijo?

—Yo volví del trabajo, destruida. Él salió de la habitación, me abrazó y se largó a llorar. Nunca, jamás, había derramado una lágrima por él. Es más: lo veía en la televisión y cambiaba de canal. Le dije: “Hijo, te pido perdón”. Y me dijo: “No sos vos quien me tiene que pedir perdón, el que me tiene que pedir perdón ya no está. ¿Sabés qué? Me voy a correr”. Se puso un short, las zapatillas y se fue a correr. Volvió a las dos horas, se bañó, se acostó. Y ese fue su cierre. Él ahí, cerró. Y me dijo: “No quiero saber nunca más nada de esto”.

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