A 57 AÑOS DEL ASESINATO DE JOHN F. KENNEDY

Novedades 23 de noviembre de 2020 Por Ma. Emilia López
El 22 de noviembre de 1963 el presidente de los EEUU, John F. Kennedy, llegó al Hospital Memorial de Parkland luego de haber sido baleado en su visita a Dallas. Analizan, si el tratamiento que recibió Kennedy en ese entonces, comparado con los actuales avances, hoy se podría haber salvado.
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El 22 de noviembre de 1963 Joe Goldstrich hacía su residencia en el Hospital Memorial de Parkland, en Dallas. Con los años se iba a especializar en cardiología, pero en aquel momento cumplía una rotación en neurocirugía, con Kemp Clark, titular de la práctica en ese hospital de Texas. Goldstrich ,que hoy tiene 82 años, aprovechaba el horario del almuerzo para estudiar en la cafetería porque ese día posiblemente tendría que hacer una traqueotomía por primera vez en alguien vivo, cuando apenas pasadas las 12:30 del mediodía hubo una llamada de emergencia para el equipo de Clark.

Goldstrich subió corriendo los seis pisos hasta la habitación del paciente que podía estar necesitando, anticipadamente, la traqueotomía: cuando abrió la puerta de un golpe no sólo no lo encontró ahogándose sino que leía, plácidamente, una revista.

¡Gracias a dios que usted está bien! Hubo una llamada de emergencia para el doctor Clark y pensé que podría haber sido usted. Disculpe. Qué bueno que está bien.

Sí, sí. Yo estoy bien. No tengo idea qué puede ser. Acaso tenga que ver con eso —dijo, y señaló hacia la calle, al otro lado de una ventana.

Goldstrich se acercó y miró hacia abajo. Vio la caravana presidencial, con confusión: la visita de John F. Kennedy no incluía un paso por el hospital.

“Volví a correr, escaleras abajo, hasta la sala de emergencia. Desde la mañana tenía puesta la ropa quirúrgica. Ya había un agente del Servicio Secreto en la puerta. ‘Goldstrich, neurocirugía”, le dije, y me dejó entrar”, contó el médico, 57 años más tarde de aquel acontecimiento que ni él ni el mundo han olvidado, a MedPage Today. “Ingresé a la sala de emergencia al mismo tiempo que JFK llegaba en una camilla”.

Goldstrich, que se retiró ya de la práctica médica y reside en Iowa, participó en los comentarios, y se identificó como “la persona más joven que participó de los esfuerzos de resucitación de JFK”.

El relato increíble de este testigo de la historia tiene, en sí mismo, un origen asombroso. Durante la reunión anual del Colegio Nacional de Médicos de Emergencias (ACEP) de los Estados Unidos, que se realizó del 26 al 29 de octubre de 2020 de manera virtual por la pandemia de COVID-19, Terry Kowalenko, de la Universidad de Medicina de Carolina del Sur (MUSC), dio una conferencia sobre el tratamiento médico que recibió Kennedy para analizar si, con los actuales avances del sector, hoy se podría haber salvado su vida.

Con las lecturas sobre traqueotomía frescas en su cabeza, Goldstrich observó el hueco en el cuello del presidente, que no podía respirar ni siquiera con una máscara de oxígeno. Tenía el tamaño de una moneda de 10 centavos, la más pequeña. “Yo no sabía nada de balística, así que no tenía idea de si era una lesión de entrada o de salida, y ni siquiera se me cruzó por la cabeza el asunto”, dijo a O’Shaughnessy’s. Vio que los médicos superiores en rango ponían un instrumento para estirarlo y observar, y llegó a ver el cartílago de la tráquea. Como se había preparado para una traqueotomía, su primer instinto fue usar el mismo hueco para entubar a Kennedy.

Sin embargo, no dijo nada. Los demás médicos practicaron una incisión y ampliaron la herida para colocar un tubo, “y así arruinaron la prueba forense: el informe de patología nunca reflejó el aspecto que tuvo el hueco” en el momento en que Kennedy llegó al hospital", agregó. “Pero yo era el junior, esos médicos eran mis profesores”.

“El cuidado fue muy razonable y adecuado”, dijo Kowalenko en otra nota de MedPage Today. “Probablemente no se hubiera podido cambiar mucho el modo de hacer las cosas si hubiera ocurrido hoy. Se trató de un último esfuerzo desesperado”. Consistió en abrir vías en las venas de sus brazos y sus piernas para infundir medicación, entubarlo mediante una traqueotomía y conectarlo a un respirador mientras se hacían compresiones en el pecho.

El cuadro era demasiado grave y el cardiólogo verificó una y otra vez que no había respuesta cardíaca que se mantuviera. En los minutos siguientes Kennedy recibió la extremaunción y fue declarado muerto. "Tanto entonces como ahora la herida en la cabeza habría resultado mortal, dijo el experto; tanto entonces como ahora, la del cuello se podría haber sanado". 

Goldstrich se quitó el uniforme médico, manchado por los procedimientos, y se puso su ropa. Salió así a la calle y encontró una multitud frente a las instalaciones del hospital, donde estaba la escuela de enfermería de la institución. “Me acerqué y me mezclé entre ellos. No dije nada. No le dije a nadie que había estado ahí. Sólo escuché lo que decían. Y luego me fui a casa”.

Cuando miré la herida en el cuello de JFK, pensé que no era necesario expandir el hueco para una traqueotomía —recordó—. Pero no dije: “Usen el hueco, no tienen que cortar nada”. No dije nada, y me arrepiento".

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