La sociedad de los chicos cómodos

Novedades 14 de enero de 2020 Por Prensa
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¿Puede afirmarse que las nuevas generaciones de jóvenes se sacrifican menos? ¿Están menos preparados para los desafíos? ¿Es acaso esto culpa de las prácticas de crianza de sus padres?

La alteración de los hábitos de consumo (con una mayor accesibilidad a determinados bienes que ha exacerbado el consumismo); la “democratización” de los vínculos entre chicos y adultos; la puesta en tela de juicio de los modelos de crianza; el quiebre de la autoridad docente.Todos estos factores han participado en la conversión de los métodos de crianza arcaicos.  

En base a esto, toda una generación de padres, asustados ante el advenimiento de estas tendencias y viendo con malos ojos el progreso sociocultural, se ven temerosos porque el espacio público se ha vuelto extremadamente hostil. Desde su óptica, y quizás con algo de razón, los peligros acechan en cualquier esquina y los riesgos adquieren, en distintos planos, una escala mucho mayor. No es que en su tiempo no existiesen amenazas, sino que consideran que el alcance a ellas se ha visto facilitado con las nuevas tecnologías. Eso lleva a una vocación más protectora de los chicos.

Podría pensarse, en base a lo explayado, que se intenta resguardar a los jóvenes, y para esto se los encierra una especie de “burbuja” de comodidad. Por supuesto, vale aclarar, este fenómeno se ve principalmente en las familias pudientes desde el plano económico y que pertenecen a estratos sociales acomodados. 

Empujados por el fracaso de la escuela pública, los llevan a escuelas privadas con más horas de escolaridad y con una población más homogenea. De esta forman, privan a los jóvenes del desafío de convivir con realidades distintas de la de ellos.

Estos hijos/as crecen en una zona confort constante. También por miedo cuesta soltarlos. Los llevan y los traen a todos lados; nos atemoriza que tomen el tren o vuelvan caminando. Son chicos que han dejado la bicicleta y que casi la desconocen como medio de transporte.

Son chicos que al sacar la licencia de conducir (a los 17, no a los 18, como antes) creen que viene incorporada con el derecho a usar el auto. Les cuesta asimilar la diferencia entre tener licencia y tener auto. La licencia se obtiene con práctica y estudio; la tenencia de un auto exige demostraciones de responsabilidad, deberes, obligaciones, capacidad de afrontar gastos.

Asimismo, este miedo intenta compensar la sobreprotección con cierta flexibilización de las responsabilidades. En muchos casos estos chicoscrecen y se desarrollan como seres sociales a los que no se les puede poner límites, lo que les traerá conflictos a futuro cuando deban relacionarse con otras personas.  

Si un padre, o una madre, pone reparos ante alguna iniciativa del joven, por más nociva que esta parezca, terminará seguramente siendo cuestionado por el chico/a. El tótem del padre/madre puede caerse a pedazos sino se sabe mantenerlo estable.

Para independizarse, las expectativas y las exigencias de estos chicos moldeados en el confort son cada vez más elevadas. Eso también alimenta un círculo de frustraciones. El peligro es que, a la larga, esa frustración se convierta en resentimiento. Les cuesta asumir un primer empleo que implique demasiados sacrificios.

Es válido aclarar que la finalidad de este artículo no es fomentar un discurso arcaico de volver a viejas prácticas. Mucho menos, se quiere motivar una oratoria propia de tiempos pasados sobre la vuelta de límites, castigos o cosas peores. Simplemente, busca iniciar el debate sobre transformaciones en las prácticas socioculturales y su influencia en las nuevas generaciones de sujetos sociales.

Analizar y reflexionar sobre estos fenómenos, colaborará a la confección y ejecución de nuevas formas de dialogar y criar a los jóvenes. De esta forma, se arribará a mejores métodos, o al menos más adecuados a los tiempos que corren, para lograr un óptimo desarrollo del chico/a y su posterior crecimiento en el entramado social.

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